¡Tenemos una entrevista telefóbica para un espacial sirio!

Una de las cosas que más ilusión te hace es cuando cuentas algún tema interesante a un periodista y te dice que le gustaría hacer una entrevista a algún portavoz para que le explique mejor todo eso que has intentando resumir en un par de titulares.

Como estás liado con mil historias y quieres avisar lo antes posible al portavoz para que haga hueco en la agenda, escribes un mensaje rápido de Whatsapp o un correo electrónico desde el móvil. Y es ahí donde te das un batacazo estrepitoso: el corrector automático no entiende tus abreviaciones y acabas escribiendo un texto en arameo. Las teclas de tu súper smartphone no se concibieron para tus pulgares de granjero y cometes incalculables faltas de ortografía; y por muy joven que quieras sentirte aporreando el teclado a toda velocidad, tus textos, al final, resultan ilegibles.

Desde la agencia se supone que debes velar por la corrección y el estilo y resulta que tu escrito expresionista es digno de mostrarse en ARCO porque  no eres tan audaz como la mecanógrafa Barbara Blackburn: en 1985, el Guinness Book of World Records verificó que mantuvo una velocidad media de 150 ppm (palabras por minuto) durante 50 minutos (37.500 pulsaciones a una media de 12,5 pulsaciones por segundo). En cpm (caracteres por minuto), son 750 teclas por minuto.

¿Y cuál es el resultado de todo ello? Pues que, a diferencia de las matemáticas, donde el orden de los factores no altera el producto, a la hora de escribir cambiar una letra puede cambiar radicalmente el contexto. Así, una entrevista telefónica para un especial serio se convierte en “una entrevista telefóbica para un espacial sirio”.

Claro que el rosario de gazapos no acaba aquí. Porque la guinda final llega al despedirse del cliente y el cortés “un saludo” se transforma en “un salido”.

Si bien un mensaje así puede parecer sacado de contexto y exagerado (aunque plausible por la cercanía de las letras en el teclado), lo cierto es que cada vez ponemos menos atención en lo que escribimos.  Dice un proverbio chino que el sabio no dice lo que sabe y que el necio no sabe lo que dice.

Así, por una parte, en los medios de comunicación cada vez es más frecuente encontrar gazapos en los titulares pues los recursos han acabado con la vieja figura del editor de textos (y no nos referimos al Word). Por parte de las agencias, errores en notas de prensa o versiones de nota de prensa que salen con las correcciones del cliente. Los community managers tampoco se libran y hay grandes meteduras de pata en la elección de los hashtags o se mencionan personas equivocadas. Incluso los publicistas, con la automatización de las campañas de publicidad digital ante determinadas palabras, generan anuncios inadecuados.

La vorágine por ser el primero en adelantar una noticia nos ha hecho matar antes de tiempo a algún famoso en redes sociales por no contrastar la información. Aprovechemos el trabajo en equipo para revisar materiales y evitar someter a nuestros portavoces a entrevistas “telefóbicas”. Y, en caso metedura de pata, no desesperes, siempre habrá una forma honrosa de darle la vuelta al error.  En última instancia, sigue las recomendaciones de Groucho Marx: “es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”.